Desde su identificación en China, a fines de 2019, el nuevo coronavirus se ha apoderado del mundo. Recibió el status de pandemia en marzo al extenderse por todos los continentes, dejando a más de 1 millón de personas enfermas hasta la fecha. Países enteros pararon la mayoría de sus actividades económicas, manteniendo en funcionamiento solo los servicios esenciales.
Este escenario ya está impactando la vida de las personas y, a pesar de la incertidumbre con respecto a los efectos a mediano y largo plazo, el hecho es que el Covid-19 será una de las mayores pruebas de resiliencia y capacidad de recuperación de la economía de nuestra generación.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que ya había reducido del 2,9% al 2,4% el pronóstico de crecimiento de la economía global, ahora habla de una crisis tan o más profunda que la de 2008. El FMI (Fondo Monetario Internacional) aún no ha anunciado sus nuevas cifras, pero ya ha dejado en claro que no mantendrá la perspectiva anterior del 3.3%.
Los escenarios más pesimistas apuntan a un cuadro de recesión profunda. Tanto es así que el gobierno estadounidense ya está negociando un paquete de ayuda de 1,8 billones de dólares: una especie de nuevo Plan Marshall para sacar a la economía global de una crisis que los especialistas ya consideran como algo cercano a la pos Segunda Guerra Mundial.
Si se confirman los escenarios más pesimistas y el PIB global es negativo en 2020, este será el tercer año consecutivo de caída en el crecimiento. Una señal de alerta para la economía mundial durante los próximos años y que va mucho más allá de la pandemia.
En las últimas semanas, hemos seguido la propagación del nuevo coronavirus y hemos visto a los gobiernos tomar medidas para contener el aumento del número de casos. Las personas, voluntariamente o no, comenzaron a evitar salir de casa y esto tuvo consecuencias inmediatas para las tiendas físicas.
En los Estados Unidos, la caída fue del 9% en los datos del 16 de marzo, eso antes de que California y Nueva York decretaran la cuarentena obligatoria. Con el aislamiento forzado, la tendencia a la baja será aún más pronunciada en las próximas semanas.
Este escenario hizo que las personas recurrieran al e-commerce para comprar ítems de primera necesidad. Según un estudio publicado por Google el 17 de marzo, China, Italia y España, que hoy están en cuarentena total, vieron un gran aumento en las búsquedas relacionadas con artículos de limpieza e higiene personal, medicamentos y alimentos. En la dirección opuesta, los productos considerados superfluos, como muebles, ropa y artículos de lujo experimentaron fuertes caídas.
En países donde las medidas aún no eran tan estrictas, como el Reino Unido, Alemania y los Estados Unidos, el informe es anterior al cierre de las fronteras con Canadá y México, y a la cuarentena de los estados de Nueva York y California, las mismas tendencias continuaron, aunque menos acentuadas.
De acuerdo con el estudio de Google, los datos de febrero recopilados por Nielsen muestran que los estadounidenses fueron en masa detrás de ítems de cuidado personal, mascarillas protectoras y termómetros.
En cuanto al e-commerce, los datos iniciales son bastante significativos. Quantum Metric, que monitorea los datos comerciales del mercado estadounidense, hizo un levantamiento entre el 1 de enero y el 29 de febrero de 2020 e identificó un aumento semanal promedio del 52% en las ventas de e-commerce. La tasa de conversión también fue considerablemente más alta, creciendo 8.8%. Todo esto en comparación con los primeros dos meses de 2019, lo que muestra la gran influencia del nuevo coronavirus en estos números.
Mantener el abastecimiento de mercaderías es uno de los principales desafíos que la pandemia del Covid-19 impuso al comercio. Con regímenes de cuarentena obligatoria, las fábricas cierran y se suspende su producción. China, donde apareció el nuevo coronavirus, vivió durante casi dos meses bajo esta regla y recién ahora comienza a reanudar sus actividades.
Y, en una economía globalizada, este tiempo de inactividad impacta la cadena de suministro, afectando el abastecimiento de productos en diversas categorías en todo el mundo. Marcas de ropa y moda ya enfrentan problemas con sus colecciones de primavera-verano en el hemisferio norte. Los minoristas del Reino Unido, como Marks & Spencer, que dependen de las líneas de producción chinas, ya estiman demoras de 4 semanas a 3 meses en la entrega de nuevas colecciones.
Las empresas de tecnología también han visto caer la producción de gadgets: Foxconn, el principal partner de Apple para la fabricación de sus productos, detuvo gran parte de su producción en los últimos dos meses. Se estima que esto conducirá a una reducción de cerca del 10% en las entregas de iPhones en el primer trimestre del año.
Claro que las empresas que actúan en escala global tienen planes de contingencia. Pero en un escenario de pandemia, donde no hay un lugar libre del virus, transferir la producción a otros centros industriales no es una alternativa viable.
Los científicos de varios países están empeñados en la investigación del virus, buscando tratamientos más eficaces y en el desarrollo de una vacuna. Esto permitirá a las personas protegerse del Covid-19 y que tengan la oportunidad de recuperarse mejor si contraen la enfermedad.
China ya está mostrando signos de recuperación. El número de personas infectadas parece haberse estabilizado y las muertes han disminuido. La gente ya puede circular por las calles y la actividad económica se reanuda gradualmente. Como principal proveedor de bienes industrializados para el mundo, esta noticia es alentadora, pero es solo el comienzo.
El mundo todavía sufre de un número creciente de enfermos y muertes. Europa, Estados Unidos y América Latina tienen unas cuantas semanas de cuarentena por delante y un escenario de recesión es cada vez más real. Pero mientras las personas, las empresas y los gobiernos hagan su parte, superar toda esta crisis solo será cuestión de tiempo.